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El problema de la representación

Anónimo

Estaba caminando con mi hermano por la ciudad y nos encontramos con la marcha del Pride. A pesar de que él haga parte de la comunidad —y de que yo la “apoyo” desde que tengo memoria—, no teníamos intenciones de asistir a esta. Continuamos con nuestro rumbo, abriéndonos paso por entre las personas, hasta salir de la multitud. En ese momento, estábamos yendo en sentido contrario a la marcha, así que toda persona que veíamos podía ser un potencial asistente de esta.


Ya llegando a nuestra casa, le dije a mi hermano —¿no te diste cuenta de que, entre las personas que caminaban en sentido contrario al nuestro, era posible identificar quienes iban para la marcha y quienes no? A lo que mi hermano me respondió afirmativamente. Estaba claro para ambos cuáles transeúntes estaban dispuestos a marchar y cuáles no tenían interés en esto.


Por un momento lo ignoramos y seguimos conversando de otras cosas. Sin embargo, más adelante, me sentí curiosa nuevamente y le dije que necesitaba que me explicara porqué si la comunidad aspiraba a la diversidad y también a la eliminación de estereotipos, entonces todos se veían tan iguales, porqué esperaban parecerse tanto. Aproveché, además, para interrogarlo acerca de cómo se sentía él respecto a este tipo de identidad, del que me parecía que él se encontraba excluido, por su forma de vestir y de expresarse.


Mi hermano se quedó pensando un rato y finalmente me respondió —es el problema de la representación. Le dije que, por favor, ahondara en lo que quería decirme. Por lo que me interpeló con lo siguiente:


Pues es bastante sencillo, como seres humanos, siempre buscamos pertenecer a algún grupo, aunque sea pequeño. Una comunidad que comparta nuestros intereses y, en últimas, con la que podamos sentirnos plenamente identificados. Además, hasta hace un par de décadas atrás, había un tipo de representación muy específica de la comunidad LGBTIQ+ en la literatura, en el cine, etc. Esta consistía siempre en mostrar a los miembros como personas reprimidas, pues necesitaban esconder su identidad y su orientación sexual, en razón a que vivían en una sociedad en la que esto aún era inaceptable o, más bien, un tabú. También, actuando en contra de conductas que, estereotípicamente, eran —y son, hoy en día, pero en menor medida— tomadas como anormales, como fuera de lo común y, por tanto, como peligrosas y síntoma de una “desviación mental”.


Entonces, el hecho mismo de tener una orientación o identidad sexual distinta a la regular antaño, era representado como algo que debía esconderse y reprimirse. Los personajes no se sentían a gusto con su propia forma de ser ante el mundo. Y, por lo tanto, toda descripción de un personaje LGBTIQ+ implicaba ya una incomodidad consigo mismo, que era punto de partida para identificar al personaje como parte del colectivo. En otras palabras, la representación implicaba, necesariamente, sentirse conflictuado con uno mismo, excluido del resto de la sociedad, creer que era indispensable cambiar para ser “normal” o, más bien, que su anormalidad debía erradicarse de alguna forma.

De tanta represión resultó la representación que ha imperado en, como dije, las últimas dos décadas, en la que se torna casi un imperativo el llamar la atención, el ser “diferente”, el destacar. Lo que ha llevado también a que se creen estereotipos y prejuicios frente a aquellos miembros de la comunidad que, o bien, rechazan estas conductas, o bien, no se sienten cómodos con estas, como si ser diferente al estereotipo mismo que ha generado la comunidad fuera estar aún reprimido, o en contra de la lucha.


Lo que me dijo mi hermano me hizo comprender varias cosas. Por un lado, pensé en algunas películas que he visto últimamente, como la película de Lightyear, a la que tildé de políticamente correcta por incluir personajes lesbianas “sin necesidad”. Si bien es cierto que Disney no es la franquicia más coherente con su actitud frente a la comunidad LGBTIQ+ —pues en otras ocasiones la ha rechazado y maltratado—, la charla que tuve con mi hermano sobre la representación me ayudó a entender que el mostrar personajes cuya personalidad no se basa en su orientación sexual, en las películas, en las series y en los libros, es un escalón mas en la aceptación y normalización de las orientaciones e identidades sexuales diversas.


Por otro lado, me cuestioné a mí misma: ¿cómo puedo criticar la “homogeneidad” de esta diversidad, si no quiero aceptar una representación más normalizada de lo que es ser parte de la comunidad LGBTIQ+; si, inconscientemente, espero encontrar personajes que mantengan los estereotipos o que, simplemente, no hayan personajes de la comunidad en las películas y series porque, para mí, ya es “algo normal”? La verdad es que esta pequeña conversación me llevó a entender que toda lucha y movimiento necesita de una representación cuya adecuación se da de manera paulatina. Que la represión tiene un efecto reactivo, en el que también se generan prejuicios por el rechazo que se tiene hacia las prácticas que eran tomadas antes como discriminatorias —razón por la cual mi hermano, y otros miembros, no se sienten identificados con la comunidad en su estado actual—. Pero, lo más importante, a nivel personal, es que logré ver que tenia interiorizado un rechazo hacia las nuevas formas de aparición mediática del colectivo. Formas que ahora, reflexionando, considero que son el camino para que la comunidad misma amplié sus maneras de identificarse y para que no sea necesario establecer una única personalidad como la paradigmática en la comunidad y en el imaginario colectivo.

 
 
 

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